Por Douglas García.
Es evidente que el ciudadano cada
vez menos, tiene ese margen para ejercitarse en el vive como quieras. No
obstante, siempre hay margen para evadirse del tráfico, la inseguridad, la
falta de servicio, la burocracia y todas esos irreciclables males que aquejan a
las ciudades, unas más que otras, y que patrocinan las más abyectas ruinas morales
que padecen la ciudadanías.
No es descabellado afirmar que la
ciudad es una tierra de nadie, donde cada quien puede plantar su bandera, en
ella podemos tropezarnos con Yuppies, Hipsters, Brooker, Emos, Punk entre otras
tantas tribus urbanas que asumen para si una especie de bohemia que no es otra
cosa que persistir en sus hábitos como un culto a su propia libertad de vivir
como parte de una sociedad.
Pero obviemos la paleopolítica
que la derecha y la izquierda traen consigo, desde luego, a la estructura
aburguesada de las sociedades urbanas cualquiera que esta sea, y admitamos que
la bohemia es un aprendizaje de libertad, porque el termino bohemia contiene en
si misma los placeres de una vida relajada, creativa, desprovista de cánones y
formulismos y si se puede, alejado de la tarjeta de crédito. Pero debemos ante
todo entender que la bohemia actual lleva consigo un compromiso social que no
la aparta del molde capitalista pero en plan creativo, algo que sin dudas,
agrupan y distancia a muchas tribus urbanas, las cuales como actividad social
buscan distinguirse dentro de la urbe como un colectivo excéntrico,
definitivamente, uniforme y egotico.
Si el calificativo de bohemio
tiene alguna valía, esta se fundamenta por la simpatía y el compromiso de sus
ideales, porque el hábito se ajusta a una realidad posible, sobretodo, porque
la creatividad puede ser rentabilizada a favor de todos. Dicho esto, y
respetando a esos artistas que aun arrastran la cobija por aquella bohemia que
se respiró a principios del siglo XIX y principio del XX, podría afirmar que la
nueva bohemia es la que llevan los activista urbanos consigo, algo que
celebramos porque ellos son una bocanada de aire fresco que nos ofrecen a los
ciudadanos comprometidos con el devenir de la ciudad.
Probablemente, la ventaja que
tiene la nueva bohemia con respeto a la añeja, es que ya no se pierde tiempo en
discusiones estéticas y/o filosóficas, de resto, y salvando las distancias, la
bohemia es la misma, es como una tienda china de bisutería, es decir, está
llena de cosas variadas, baratas y temporalmente útil. No obstante, los
personajes que han salido de la vida bohemia le da un componente mágico a la
militancia creativa de esta forma de ver y vivir la vida, que como se dijo
anteriormente, tiene un extraordinario sentido de libertad y nos regala a todos
una posibilidad que a su vez nos hace ver la ciudad como un espacio de
posibilidades.
Ahora bien, si elogiamos a los
activistas como los nuevos bohemios, debemos de reconocer que una ciudad como
Caracas necesita el concurso de todos, sobretodo, de espacios para que la
bohemia se recree, desde luego, no se aspira a recrear a la legendaria terraza
de La Rotonde en un Montparnasse donde discurría un Max Jacob, Trotsky, o un
Diego de Rivera, o la Coupole donde se
podía tropezar con Dufy, Josephine Baker, Braque, Breton o Giacometti, tal vez
tampoco aspiramos a un café Flore donde charlaban amenamente un Sastre con
Simone de Beavoir o Les Deux Magots en un boulevard Saint Germain con
habituales como Jean Genet y Albert Camus. Posiblemente, Caracas como ciudad
necesita más que nunca un espacio para que se reúna la vida bohemia, lo que es
igual, un espacio para la convivencia de filósofos, artistas, artivistas,
vividores, músicos, náufragos urbanos, poetas, curiosos, excéntricos y todo
aquel que desee aparecer. Lo que está claro, es que estos espacio son se crean,
¡se eligen¡, como en su momento fue elegido el callejón de la puñalada o el
recordado café Rajatabla, que si bien, no contaron con la presencia de un Merleu
Ponty, Calder, Picasso, Hemingway, Scott Fitzgerald o Henry Miller, tuvo su
propia fauna, por supuesto, no tan renombrada como la de aquella bohemia
parisina, pero no por falta de talento. Lamentablemente, debemos admitir que el
reconocimiento y la fama suele matarle la bohemia a nuestros nacionales, porque
no es lo mismo frecuentar un café Les Deux Margot que un bar en el callejón de la
puñalada, y no se le puede quitar razón, porque la bohemia se nutre de bohemia
y si esta le da sentido, identidad y objetivo a un individuo, este buscará otro
espacio de bohemia hasta que la fama haga que se refugie un espacio propio
apartado de esa bohemia que una vez le nutrió.
Ciertamente, la bohemia se da en cualquier
lugar, desde un tugurio en el barrio de Harlem donde puede surgir un Charlie
Parker o un bar llamado La Cueva en Barranquilla que contó como cliente a un
Gabriel Garcia Márquez, pero hasta un escritor como el Gabo al igual que un
Miles Davis van por distintas razones a parar con sus huesitos a otra bohemia,
otra bohemia que nutran la suya, dejando muy claro, que la bohemia no le otorga
talento a quien no lo tiene, pero si le da a quienes lo posee la posibilidad de
enriquecerlo, y para ello cualquier espacio y cualquier tiempo da igual.
La alcaldía de Caracas ha
rescatado espacios en la ciudad que han llamado a la vida bohemia sin ningún
éxito aparente, algo que nos refiere al Manhattan la cual Andy Warhol trató de
convertir la bohemia en un acto publicitario y consumista, lo que nos indica a
clara luces, que la bohemia no obedece ni a la propaganda política ni la publicidad capitalista, no obstante, se
agradece los espacios urbanos rescatado por las distintas alcaldías de la gran
Caracas, porque con bohemia o sin ella, la ciudadanía no es ingrata ante la
recuperación de sus espacios cívicos.
Definitivamente, no es lo mismo
haber compartido bohemia a tiro de piedra con un Julio Cortázar en Paris, que
compartir un espacio que se desea rescatar a través de una acción creativa con
el apoyo de otros artivistas. Y es que la bohemia ha cambiado con el tiempo, ha
mutado, es portátil y se ha hecho más
comprometida y menos dramática. Los bohemios no necesariamente provienen de las
artes, de hecho, puede ser cualquier hijo de vecino que desee cambiar el mundo
comenzando por su propio espacio urbano, y no es necesario ser de izquierda o
de derecha, porque la mayoría de los artivistas son neo anarquista urbanistas y
ecologistas que depende de sí mismo y no de un partido, en definitivas, son
seres que desde su propia libertad se sumergen en la cultura globalizada del
este planeta, y solo tratan que esta tierra de nadie tenga sentidos para todos.
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