Tengo la esperanza de que, poco a poco, la calle vuelva a las manos de quién le pertenece. Que la gente, con su arte, llene las calles de un color distinto al de las marcas. Y sé que, poco a poco, eso está sucediendo.
Hemos aprendido y las compañías lo saben. Empiezan a rendirse ante la evidencia: nosotros tenemos el poder. Somos quienes toman las decisiones. Los que decidimos si un producto es bueno o no, si tiene éxito o no.
En definitiva, nosotros somos capaces de dar la vida a una marca pero también de quitársela.
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