Ejemplos variados –en algunos casos, impactantes– de lo que viene haciendo en la vía pública londinense el decapitador que en apenas cuatro meses ya es toda una celebridad (hacer clic permite no sólo ver más grandes las fotos, sino en varios casos observar el antes y el después); finalmente, abajo a la derecha, un video subido por el mismo “interventor callejero” a YouTube.
Entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888, Mary Ann Nichols (43 años), Annie Chapman (47), Elizabeth Stride (44), Catherine Eddows (46) y Mary Jane Kelly (25) aparecieron en diferentes lugares de la ciudad de Londres –todas en el empobrecido barrio de Whitechapel– degolladas y destripadas.De su vida puede afirmarse que todas tenían en común el ganarse la vida como prostitutas ocasionales. De su muerte, que a todas les fue cortada la garganta de izquierda a derecha (lo que sugiere que el asesino era diestro); que todas sufrieron una mutilación abdominal y, en algunos casos, la extracción de un órgano interno como el útero (lo que sugiere que el asesino tenía cierto grado de conocimiento de anatomía); y que todas fueron asesinadas por alguien cuya identidad Scotland Yard jamás pudo develar (lo que sugiere que el asesino conocía al dedillo los movimientos de sus perseguidores).Desde entonces, las teorías y los acusados han sido tantos y tan variados que han dado origen a una especialización bautizada ripperology (por ripper, destripador en inglés), cuyos practicantes son llamados ripperologists.La policía inglesa se topó, durante sus frenéticas investigaciones (los crímenes, que parecían no dejar descanso a sus pesquisas, ocurrieron uno el viernes 31 de agosto, otro el sábado 8 de septiembre, dos el domingo 30 septiembre y el último, el viernes 9 de noviembre de aquel año), con dos cartas aparentemente enviadas por el asesino. De la primera de ellas fue de donde se tomó el nombre con que se inmortalizó al aun hoy desconocido sujeto.La carta, escrita en tinta roja y recibida el 25 de septiembre por la Agencia Estatal de Noticias, decía: Querido Jefe, desde hace días oigo que la policía me ha capturado, pero en realidad todavía no me han encontrado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo a gritar. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito… Firmado: Jack el Destripador.Sin embargo, nadie pudo demostrar nunca que esa carta proviniera efectivamente del asesino. Algo muy distinto a lo que ocurrió con la segunda misiva, que traía un documento adjunto de incuestionable contundencia. Estaba dirigida a Gorge Lusk, presidente del Comité de Vigilancia de Whitechapel, fue recibida el 16 de octubre y decía: Desde el infierno. Señor Lusk. Señor, le adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado para usted. La otra parte la freí y me la comí, estaba muy rica. Puedo enviarle el cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si espera usted un poco. Firmado: Atrápeme cuando pueda, señor Lusk.¿De quién se ha sospechado? De muchísimos.Del médico de la reina, William Withey Gull; de masones; de varios pintores; de algunos miembros de la familia real británica; de James Maybrick, un comisionario algodonero de Liverpool que en su diario –hallado en la década del 90– se declaraba el autor de los crímenes; de un peluquero llamado Aaron Kosminski; de una mujer sin identidad conocida; de Lewis Carroll (porque en uno de sus poemas parece haber una declaración hecha con anagramas); de Walter Richard Sickert, un pintor alemán radicado en Inglaterra; y quién sabe de cuántos más.Entretanto, ya han pasado 120 años de los cinco asesinatos y el tema sigue dando letra a escritores, a directores de cine y de teatro, a músicos… y a imitadores en versión light.
EL DECAPITADORNombrado con ese adjetivo fulminante, el nuevo interventor callejero de Londres parece dejar hecho un bebé de pecho al viejo y casi tierno Jack… hasta que uno se entera de que las personas que decapita no son de carne y hueso, sino de papel impreso, previas maniobras con el Photoshop.Todo comenzó el 17 de diciembre pasado, cuando en el barrio de Shoreditch (en lo que se llama el East London) el artista le quitó la cabeza a la foto de una mujer que, en un afiche callejero, miraba hacia arriba mientras degustaba tranquilamente un chupetín (ver arriba, primera línea a la derecha). Desde ese momento, la tarea del autotitulado The Decapitator (El Decapitador) no cesó, e incluso va mejorando y perfeccionando no sólo su técnica, sino sus modos de exhibir sus logros.Así, primero lanzó su exclusiva colección en su propio espacio en Flickr, que ha ido constantemente creciendo en cantidad y cuyos últimos agregados son del jueves 17 de abril pasado.Y más tarde, el 31 de enero, subió a la web el video que ilustra este post, que muestra todo su proceso de principio a fin, en ese caso con la contratapa de un diario gratuito londinense con un anuncio a página completa de Motorola con la figura del (finalmente decapitado) David Beckham
Entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888, Mary Ann Nichols (43 años), Annie Chapman (47), Elizabeth Stride (44), Catherine Eddows (46) y Mary Jane Kelly (25) aparecieron en diferentes lugares de la ciudad de Londres –todas en el empobrecido barrio de Whitechapel– degolladas y destripadas.De su vida puede afirmarse que todas tenían en común el ganarse la vida como prostitutas ocasionales. De su muerte, que a todas les fue cortada la garganta de izquierda a derecha (lo que sugiere que el asesino era diestro); que todas sufrieron una mutilación abdominal y, en algunos casos, la extracción de un órgano interno como el útero (lo que sugiere que el asesino tenía cierto grado de conocimiento de anatomía); y que todas fueron asesinadas por alguien cuya identidad Scotland Yard jamás pudo develar (lo que sugiere que el asesino conocía al dedillo los movimientos de sus perseguidores).Desde entonces, las teorías y los acusados han sido tantos y tan variados que han dado origen a una especialización bautizada ripperology (por ripper, destripador en inglés), cuyos practicantes son llamados ripperologists.La policía inglesa se topó, durante sus frenéticas investigaciones (los crímenes, que parecían no dejar descanso a sus pesquisas, ocurrieron uno el viernes 31 de agosto, otro el sábado 8 de septiembre, dos el domingo 30 septiembre y el último, el viernes 9 de noviembre de aquel año), con dos cartas aparentemente enviadas por el asesino. De la primera de ellas fue de donde se tomó el nombre con que se inmortalizó al aun hoy desconocido sujeto.La carta, escrita en tinta roja y recibida el 25 de septiembre por la Agencia Estatal de Noticias, decía: Querido Jefe, desde hace días oigo que la policía me ha capturado, pero en realidad todavía no me han encontrado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo a gritar. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito… Firmado: Jack el Destripador.Sin embargo, nadie pudo demostrar nunca que esa carta proviniera efectivamente del asesino. Algo muy distinto a lo que ocurrió con la segunda misiva, que traía un documento adjunto de incuestionable contundencia. Estaba dirigida a Gorge Lusk, presidente del Comité de Vigilancia de Whitechapel, fue recibida el 16 de octubre y decía: Desde el infierno. Señor Lusk. Señor, le adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado para usted. La otra parte la freí y me la comí, estaba muy rica. Puedo enviarle el cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si espera usted un poco. Firmado: Atrápeme cuando pueda, señor Lusk.¿De quién se ha sospechado? De muchísimos.Del médico de la reina, William Withey Gull; de masones; de varios pintores; de algunos miembros de la familia real británica; de James Maybrick, un comisionario algodonero de Liverpool que en su diario –hallado en la década del 90– se declaraba el autor de los crímenes; de un peluquero llamado Aaron Kosminski; de una mujer sin identidad conocida; de Lewis Carroll (porque en uno de sus poemas parece haber una declaración hecha con anagramas); de Walter Richard Sickert, un pintor alemán radicado en Inglaterra; y quién sabe de cuántos más.Entretanto, ya han pasado 120 años de los cinco asesinatos y el tema sigue dando letra a escritores, a directores de cine y de teatro, a músicos… y a imitadores en versión light.
EL DECAPITADORNombrado con ese adjetivo fulminante, el nuevo interventor callejero de Londres parece dejar hecho un bebé de pecho al viejo y casi tierno Jack… hasta que uno se entera de que las personas que decapita no son de carne y hueso, sino de papel impreso, previas maniobras con el Photoshop.Todo comenzó el 17 de diciembre pasado, cuando en el barrio de Shoreditch (en lo que se llama el East London) el artista le quitó la cabeza a la foto de una mujer que, en un afiche callejero, miraba hacia arriba mientras degustaba tranquilamente un chupetín (ver arriba, primera línea a la derecha). Desde ese momento, la tarea del autotitulado The Decapitator (El Decapitador) no cesó, e incluso va mejorando y perfeccionando no sólo su técnica, sino sus modos de exhibir sus logros.Así, primero lanzó su exclusiva colección en su propio espacio en Flickr, que ha ido constantemente creciendo en cantidad y cuyos últimos agregados son del jueves 17 de abril pasado.Y más tarde, el 31 de enero, subió a la web el video que ilustra este post, que muestra todo su proceso de principio a fin, en ese caso con la contratapa de un diario gratuito londinense con un anuncio a página completa de Motorola con la figura del (finalmente decapitado) David Beckham
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