Cuando se realizó el primer evento llamado La ruta nocturna en los museos, no nos extrañó que nuestros museos nacionales e instituciones culturales afines expandan sus actividades a los espacios público, ya lo han hecho en el pasado. Lo extraño está, que la nueva burocracia estética concebida con fines absolutamente políticos de estas instituciones, luego de 14 años de socialismo no se puedan escapar de la cultura capitalista del ocio y el espectáculo, por lo tanto, no es una estrategia cultural a favor de los museos sino que no conocen otra manera de hacer las cosas. La noticia feliz es que han entendido que muchos artistas se han distanciado de las distintas instituciones del arte para comprometerse con el debate publico desde la misma ciudadanía, atendiendo cada vez más a la ciudad desde su ombligo. Este hecho a su vez, hace que los museos se involucren con aquella idea habermasiana de que lo publico en las sociedades contemporáneas no está dado, sino sustraído, por lo tanto su construcción es una tarea. Quizás, se podría decir que poco a poco y en su justa escala las calles de la ciudad se convierten en pequeños museos que abordan la critica y la distribución pública del conocimiento artístico, que los artistas urbanos conservan ese espíritu de vanguardia y solidaridad grupal que suelen perder los artistas que son arropados por las galerías, que el uso de la calle ha enhebrado al tejido artístico con el análisis social y que ese espíritu critico muy propio de las vanguardias y de la legitimación del arte hacen también de la calle un antimuseos que se distancian notablemente de la lógica del monumento. Sin darle otra lectura, ni exaltar al Arte Público sobre los museos, cada día nos hacemos concientes que estas instituciones museísticas carece de la versatilidad y la maniobrabilidad necesaria para mantener su indiscutida hegemonía, sintiendo que el arte es un servicio público que sale de su control para hacerse presente en las calle, donde viven con la ciudadanía, exponiéndose a las inclemencias climatológicas hasta deteriorarse o lo que es mejor, cediéndole la posibilidad a un renovado arte que le otorgue al espacio intervenido una remozada lectura.
Como bien sabemos, la ciudad es un conjunto de espacios diseñados, perfectamente museable, donde los poderes político-urbanísticos suelen encapricharse con sus espacios públicos y lo que suceda en ellos. Es como si los espacios estuvieran a préstamo del ciudadano y a la entera disposición del despótico mercado, mientras que los problemas sociales que habitan estos espacios pasan a ser retóricas usadas como armas arrojadizas durante las elecciones. Probablemente, los gerentes de esta ciudad se han preocupado más por la arquitectura concreta y no por la arquitectura humana, perdiendo con ello de vista la promoción de los valores cívicos que entre muchas cosas nos permiten convivir como ciudadanía, mientras, los ciudadanos notamos a través de las actividades más banales que la ciudad no es otra cosa que una sociedad de lugares y se van encapsulando en eso lugares perdiendo de vista el resto de la ciudad. Ahora bien, Por el medio de la calle que es un festival que ha sobrevivido a otros tantos festivales y bienales para posicionarse como el único festival urbano de la ciudad de Caracas, que a bases de ensayo y error ha conjugado azarosamente la arquitectura concreta y la arquitectura humana de la ciudad, donde acuden ciudadanos de toda la ciudad, y donde, y muy a pesar a ello, y de los excelentes artistas que al mismo acuden, su éxito contiene una feroz critica, por verse desbordados por exaltados jóvenes que creen que este tipo de evento otorga licencia para el exceso. Lo lamentable, es ver como la emergente Ruta nocturna en los museo tropiezan exactamente con los mismos problemas de orden publico, y ante lo impredecibles de esta mala actitud urbana, la ciudad tiene que admitir; que cuándo fallan las estructuras morales de una sociedad el caos se alimentan de ella, y es cuándo los eventos en el espacio público y el arte urbano son confundidos con la colectivización de la anarquía y el vandalismo justificado. Es entonces, que la ciudad real deber imponerse y preceder a la ciudad imaginada por los poderes político-urbanísticos, porque estos festivales no deben entra en el dilema de querer cambiar la sociedad y tener la capacidad de poder cambiarla de verdad, porque son una muestra de ciudad, arte y ciudadanía.
A favor, de estos festivales y de los distintos eventos que asumen la calle como escenario, podríamos decir, que los ciudadanos paulatinamente se han acostumbrado a mira con mayor tolerancia al arte urbano, y que si bien, los mismos ha normalizado al arte urbano a la cotidianidad citadina, también le ha quitado la magia que le otorga la clandestinidad. Pero, no debemos contentarnos con sólo ver crecer la hierba, y decir que ahora tenemos más festivales, más eventos de calles, más colectivos activistas a favor de la ciudad, por lo tanto, tenemos más artistas y por supuesto más espacios para recrearnos, debemos esperar que el arte urbano a través de sus artistas y los festivales como Por el medio de la calle o La ruta nocturna en los museos juntos las instituciones culturales, revisen y amplíen sus compromisos con la esfera de lo publico, no obstante, es justo que nos sintamos satisfechos, porque de alguna manera, estamos tomando conciencia de que tenemos la necesidad de generar un nuevo espacio publico, y sin animo de ser nihilista, podemos afirmar, que estamos entendiendo que la ciudad es una proyección de sus habitantes… y eso es entender mucho.
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