El concepto Arte en el espacio público se viene designando desde los años 60 aquellas tendencia de muchos artistas a sacar sus obras de los museos y a integrarlos en el espacio urbano. Desde entonces una joven generación de artistas se ha involucrado a lo público desechando el espacio nítido museal. Ahora mismo el espacio público confronta nuevos condicionamientos urbanos, historicos, politicos y sociales, lo que hace del artistas público un activista y un nuevo ciudadano. El objeto fundamental del Arte Público es desmitificar el concepto de creatividad… Nuestra intención es convertirnos de nuevo en ciudadano.

domingo, 21 de noviembre de 2010

ACTIVISMO EN LAS ARTES


A partir de la importancia que ha tenido el activismo en las artes en las últimas décadas (70, 80 y 90) se deriva nuestra reflexión, basado en su esfuerzo por mejorar la barrera que separa el mundo del día a día y la producción de masas con la esfera del mundo cotidiano, la mayoría de las acciones activistas “consisten en trabajos públicamente visibles en el espacio urbano, temporales, empleando medios de reproducción masiva…”. El activismo es la “vía de trabajo no institucional más radical dentro del paisaje cultural, la cual plantea trabajar con una audiencia más amplia y con actitud crítica hacia los problemas actuales”. Nina Felshin emplea el término “arte activista”, definiéndolo como “un híbrido del mundo del arte y del mundo del activismo político y la organización comunitaria”, resumiendo que su objetivo es incitar a un cambio social.

La práctica activista se apropia de los espacios públicos, tiene lugar en sitios de calle claves, más que dentro del contexto del mundo del arte. El discurso sobre arte público ha derivado preocupaciones dentro del mundo del arte. Pudiendo ser un medio razonablemente efectivo para contribuir al crecimiento de la cultura; definiéndolo como una arena de actividad política y redefiniendo el arte que en él se hace, como un arte que participa en o crea por sí mismo un espacio político, es decir, un espacio en el que asumimos identidades y compromisos. En la esfera pública se puede actuar de muchas maneras pero, sería importante resaltar dos maneras específicas: por una parte, la actividad del artista que interviene con su obra en un espacio público con fines más o menos democráticos, y, por otra, la actividad de artistas que trabajan en el seno de grupos activistas comprometiéndose (la mayoría de las veces temporalmente) con determinados colectivos sociales y alejándose, en ocasiones de un modo radical, de las entendidas como tradicionales fronteras del arte.

Entonces, es a partir de este punto que empezamos a entender como arte activista a una forma de arte político que se mueve en un territorio intermedio entre el activismo político y social, la organización comunitaria y el arte. Basado en la famosa idea de Nancy Fraser “existe aún mucho que objetar a nuestra democracia realmente existente”, ha surgido como una fuerza democrática inspirada por la idea de los derechos. Teniendo como objetivo fundamental conseguir reconocimiento para los colectivos marginados; estos nuevos movimientos “defienden y extienden derechos adquiridos, pero también propagan la exigencia de nuevos derechos basados en necesidades diferenciadas y contingentes”.

El arte activista surgió a mediados de los setenta, de la unión del activismo político con las tendencias estéticas originadas el arte conceptual de finales de los sesenta y principios de los setenta, como proyectos e iniciativas independientes a las formas artísticas convencionales. Se sitúa de un modo parcial fuera de las confusas fronteras del mundo del arte y obliga de nuevo a replantearlas. Los artistas (aunque no sólo ellos) se convierten en catalizadores para el cambio, posicionándose como ciudadanos activistas. Los activistas no se contentan simplemente con limitarse a realizar preguntas, por muy pertinentes que sean, sino que se comprometen en un proceso activo de representación, intentando al menos “dotar” a individuos y comunidades, potenciar el espacio público y finalmente estimular el cambio social aunque sea a largo plazo. Entendiendo por “dotar a una comunidad o grupo social” como la creación de métodos y herramientas de trabajo efectivas que puedan ser continuadas por la propia comunidad. Por eso el resultado es a largo plazo.

Emplean metodologías, estrategias formales e intenciones comunes con el objetivo de aumentar la conciencia pública ante situaciones insostenibles; envolver al público; hacerle partícipe de las ideas y demandas defendidas, mediante información y educación.

Según referencias cronológicas para mediados de los años 60 y 70, se llevaron a cabo una serie de actividades culturales, desde el arte conceptual hasta lo que hoy en día conocemos como performance. Desde luego, los artistas activistas para los que ya no se trataba simplemente de adoptar un conjunto de estrategias artísticas más inclusivas o democráticas, o de abordar los problemas sociales o políticos bajo la forma de una crítica de la representación dentro de los confines del mundo del arte, crearon una forma cultural que adapta y activa elementos de cada una de estas prácticas estéticas críticas, unificándolas orgánicamente con elementos del activismo y de los movimientos sociales.

El arte activista tiene, entonces, un carácter radical, en el sentido de que en lugar de estar orientado hacia el objeto o el producto, cobra significado a través de su proceso de realización y recepción, se contextualiza en situaciones concretas locales, nacionales o globales y significa siempre también una creación en tiempo real. Es un arte de naturaleza pública y colectiva, por un lado está empeñado en producir “esfera pública” y, por otro, en activar en ella una “construcción de acuerdos” sin la cual la esfera pública carecería de sentido y de eficacia política porque no se construiría en ella una comunidad. No deberíamos dudar de esto, según palabras de Kluge y Negt, significa que “ya puedo olvidarme de cualquier tipo de política si rechazo producir esfera pública”.

El arte activista no sólo produce en la esfera pública, sino, sobre todo, quiere producir esfera pública y es allí donde activa la construcción de consensos lo que lleva consigo, una vez más, la necesidad de desarrollar un conjunto de capacidades que normalmente no se asocian a la práctica del arte. Para los realizadores la participación se convierte en un proceso de autoexpresión, y muchas veces de autorepresentación, protagonizado y asumido por toda la comunidad.

El impacto político real del arte activista puede ser, pues, a largo plazo, aunque en un principio se origine en una situación de emergencia. Es evidente que no puede cambiar de manera inmediata sustancialmente las cosas, pero a la larga creemos que sí puede ayudar algunas veces a dotar a una comunidad o grupo social de un sistema efectivo de autorepresentación y autoexpresión en el espacio público, es en este punto donde formalmente podríamos decir que nos encontramos delante de un activismo en las artes, aquel que no solo desarrolla soluciones a niveles artísticos de un problema sino que crea las herramientas necesarias para que la comunidad pueda continuarlas.

Yeily Fernández.

No hay comentarios: