El concepto Arte en el espacio público se viene designando desde los años 60 aquellas tendencia de muchos artistas a sacar sus obras de los museos y a integrarlos en el espacio urbano. Desde entonces una joven generación de artistas se ha involucrado a lo público desechando el espacio nítido museal. Ahora mismo el espacio público confronta nuevos condicionamientos urbanos, historicos, politicos y sociales, lo que hace del artistas público un activista y un nuevo ciudadano. El objeto fundamental del Arte Público es desmitificar el concepto de creatividad… Nuestra intención es convertirnos de nuevo en ciudadano.

sábado, 9 de mayo de 2009

El Arte de hacer Ciudad (por Douglas Garcia R.)

Caracas es una ciudad dionisiaca, que entre muchas cosas perdió su cuadrícula y las ganas de andar en bicicleta, y como una de sus múltiples y atroces anacronismos, tiene a la avenida Urdaneta, que en su momento fue la más moderna y la cara de la ciudad, coronada en un extremo por el palacio de Miraflores y al otro extremo esta calzada por el Centro Financiero Confinanza, un rascacielos que sería el edificio más alto e imponente luego de las Torres Simon Bolívar, y que de una postal del skyline citadino que plasmaría el progreso de la urbe pasó a ser un sórdido monumento a la recesión económica de los años 90 y a la agenda Venezuela al encontrarse actualmente desnudo, abandonado e invadido por grupo de sin techo que deteriora y canibaliza cada vez más al edificio. A esto podemos agregar, que a pesar que esta ciudad está arropada por una floresta propia del trópico dándonos la impresión de ser una ciudad verde, en realidad, esta es una ciudad urgida de parques naturales, y es, que la urbe sólo llega a cubrir 2m2 de área verde habilitada por ciudadano cuando lo recomendado es 9m2… pero Caracas también una ciudad apasionada, que seduce, baila salsa y llena conciertos de rockeros extranjeros venidos a menos, la de jergas ocurrentes, la de malabares circenses en los semáforos, cervecitas frías a final de la tarde, de los locales nocturnos que aunque haya sido visitado por el mismísimo Ernest Hemingway inapelablemente cierran sus puertas para ser relevado por otro, y así sucesivamente. Desde luego, es la ciudad que se reencuentra en las areperas al filo del amanecer. Categóricamente, Caracas es una ciudad que no necesita de héroes pero sí de algunos milagros, y es por ello, que si esta ciudad necesitara un libro seguramente, este sería de autoayuda.

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Rascacielos en ruinas del centro financiero confianza con su 190 mts es más alto de Venezuela después de las Torres Simon Bolívar.

Encapsulada en un valle, Caracas es una ciudad que ahora mismo se apresura sobre moto-taxi porque esta es una ciudad que se han hecho estrecha; las avenidas, las calles, las plazas, hasta el Metro de Caracas (nacido en los 80 casi 40 años después de la entrega del primer proyecto para su realización en 1947), se nos ha hecho estrecho y nosotros mismos nos hemos hechos estrechos al tratar de reconciliarnos con nuestra ciudad, y como un escepticismo feliz y reiterado, tan sólo llegamos al leve desahogo de mirar al norte, al cerro Ávila. Es por ello que un apartamento con vista al Ávila es uno del más costoso y melindroso consuelo que se puede tener en esta urbe, siendo la especulación inmobiliaria el otro dedo metido en la herida abierta de una sociedad neurasténica y avasallada de una ciudad que con perspicacia y paciencia modifica la arquitectura de la vidas cotidiana de todo aquél que habite en ella. No obstante, esta ciudad como cualquier otra ciudad en el mundo están subordinada al amor y al odio de sus residentes, por lo que la ciudad no sólo debe entenderse desde su dimensiones física, además debe valorarse el papel de los movimientos sociales, allí la correspondencia relacional y afectiva desde la ciudadanía a la ciudad y viceversa.

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Cerro el Ávila y el valle de Caracas.

Como caraqueños coetáneos, observamos la creciente privatización y la domesticación de la ciudad de Caracas, y por ende de su ciudadanía que como un fluido juego de afecto y desafecto vive una libertad privada de espacio, porque gran parte de los espacios abiertos se han enrejados, las calles se han cerrado y blindado, asimismo, nuestros propios hogares, haciendo de esta una ciudad de refugiados que se arriesgan poco a socializar y a recrearse afectivamente: para tal fin hacemos uso del Blackberry y el Facebook. Y es que Caracas en pocos años dejó de ser la ciudad amable como la que cantaba la Billo’s para pasar a ser un valle de balas como la canta Desorden Público. También debemos darnos cuenta que en los últimos años se han creado y recreado espacios públicos que pretenden ser de todos, pero son puestas en escenas que están divorciadas de nuestras ecología personal y de nuestro espacio habitual como ciudadanos, donde en nuestro inconciente colectivo se mantienen como verdades intocables palabras roídas y casi siempre vaciadas de contenido como "identidad", "libertad", "democracia", "seguridad", "urbanidad", etcétera,.. Este desgaste por lo general acaba deteriorando nuestra ya naufragante capacidad de pensar en lo público. Y a este pensamiento de vaciedad podemos incluir a los museos, porque hasta que se entienda que los museos no son paliativos ante la falta de alternativas educacionales y que tampoco nos desarrollan culturalmente ni económicamente, seguiremos perdiendo espacios urbanos a pesar de la inauguración de una nueva sede para la Galería de Arte Nacional.

Es necesario tener en cuenta que el espacio público, que tantas reivindicaciones democráticas nos ha traído como ciudadanos, siendo el ámbito de la expresión cultural, política y social por antonomasia de una ciudad, ha sido suplantados por centros comerciales, la cultura del Mall, del edificios perfectos donde cambiamos libertad por seguridad, y que substituyen lo pintoresco que tiene el deambular por las calles por el hedonismo del merodear por pasillos, hecho que han ejercido en nosotros el mismo efecto que el reflejo de una charca en Narciso. Sin embargo, nuestras calles al igual que esos pasillos también se han convertido en el artículo de lujo de la cultura publicitaria y esto ha convertido a la publicidad en un nuevo monumento urbano. Sólo basta con levantar la vista para observar la Torre Polar forrado de chocolate, las esfera de la Pepsi Cola y la enorme taza de Nescafe en lo alto de los edificios que bordean la plaza Venezuela o transitar por la Autopista del Este para ver como aparatosamente vallas, tipografía luminiscente y fotografías atropellan nuestro paisaje. Irreversiblemente, la publicidad ha invadido todos los rincones visibles de la ciudad, pero no están solas porque a éstas se le une la propaganda gubernamental que pelea espacios igual de monumentales. Aun se recuerda el enorme pendón rojo y electorero colgando de lo alto de la torre Este del Centro Simon Bolívar mientras que abajo las manifestaciones de la cultura y la misma sociedad se encuentran bajo una insigne amenaza.

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Publicidad en los edificios de Plaza Venezuela y la autopista Francisco Fajardo.

Definitivamente, las ciudades modernas latinoamericanas en una suerte de flautista de Hamelín han seducido a muchos con la dulce melodía de progreso homogéneo y del bienestar accesible a todos los que concurran a ella, siendo acaso ciudad de México el ejemplo más notable de este efecto llamada. Pero unido a este encantamiento por la urbe encontramos un discurso paralelo de las políticas contemporáneas, las cuales buscan desactivar las posibilidades de articular y gerenciar discursos sociales y comunitarios que generan los espacios públicos urbanos para implementar los suyos, apoyándose en la verbigracia de una propaganda que habla de una revolución peregrina o de un populismo disfuncional que hacen que la política hable por una ciudad que no habla de política, también es bien cierto y en esto hay que insistir, que la calle sigue y seguirá siendo el terreno privilegiado para el debate público y la participación colectiva y pluralizada, porque en la caja de Pandora llena de males, a las ciudades aun le queda la esperanza, por lo tanto, es apropiado que se considere por afinidad más que por necesidad a la inmensa población universitaria que anhela expresar su criterio sobre la ciudad en la cual habita, y, como parte activa de una ciudadanía, recuérdese en esta ciudad no hay una pugna entre el destino y el libre albedrío, por lo tanto no necesitas de héroes, sino de una participación activa que identifique el arte y el espacio urbano, que aspiren establecer la cultura como política ciudadana, de legitimar la libertad del individuo, y que el hecho de ser ciudadano no sea una practica arriesgada, desde luego, la participación de su discurso en los segmentos amplios de la sociedad urbanita.

El Arte Público tiene un compromiso con la realidad: es el arte de hacer ciudad y debe dirigirse a las necesidades habituales de los ciudadanos y no conformarse con satisfacer aquellos caprichos estéticos de una ciudad que sea privatizado o que se haya institucionalizado por algún gobierno. El rescate de espacios público, la revisión y unificación de criterio en relación a los eventos con carácter hacia lo público es la visión de lo que queremos todos como ciudad, más aun, cuando Caracas en el año 2011 pasa a ser por un año la “Capital iberoamericana de la cultura”, a la vez que ha sido propuesta como “Capital del libro 2011 ante la UNESCO”.

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Intervención Urbana en La Castellana.

La ciudad de Caracas exige la recuperación de sus espacios públicos y, si es posible, crear nuevos espacios relacionales al aire libre. Nuestras calles necesitan de un activismo hecho ciudadanía y de artistas hecho ciudadanos, un arte de hacer ciudad, un lugar para fluir, o, sencillamente, un lugar para que algo tenga lugar.

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