El concepto Arte en el espacio público se viene designando desde los años 60 aquellas tendencia de muchos artistas a sacar sus obras de los museos y a integrarlos en el espacio urbano. Desde entonces una joven generación de artistas se ha involucrado a lo público desechando el espacio nítido museal. Ahora mismo el espacio público confronta nuevos condicionamientos urbanos, historicos, politicos y sociales, lo que hace del artistas público un activista y un nuevo ciudadano. El objeto fundamental del Arte Público es desmitificar el concepto de creatividad… Nuestra intención es convertirnos de nuevo en ciudadano.

sábado, 9 de mayo de 2009

La divina Caracas (por Douglas Garcia)

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Para muchos Caraqueños el subir el cerro El Ávila y llenarse hasta los tobillos de la tierra arcillosa de su suelo es la catarsis más poderosa que puede ofrecerle la ciudad. Para muchos de nosotros remontar el cerro por Sabas nieves, La Julia, Cachimbo o llegar a El Paraíso es finalizar el día o la semana con buena vibra, porque el hecho de subir la montaña para los habitantes de Caracas, más que un ejercicio físico, resulta ser una experiencia espiritual que simbólicamente les lleva al inicio de una gran travesía que les acerca al cielo, donde, quizás, se pueden purgar las penas, pero sobretodo, nos permite pensar que la felicidad es un paraíso conquistable en la tierra.

Cuando bajo del Cerro El Ávila y observo desde lo alto el valle que contiene a la ciudad, suelo recordar entre muchas cosas, que para Dante Alighieri el camino que lleva al infierno va en descenso, y como una especie de cono invertido va estrechándose gradualmente hasta el centro, y es que ese descenso le sobreviene una especie de amenazante alegoría que suele remitirnos a aquella bajada del poeta florentino al infierno. Definitivamente, el caso de Dante, no es nuestro caso, porque Dante recorrió es infierno en 24 horas y nosotros irremediablemente habitamos en el.

Dante Alighieri a través de La Divina Comedia reconoce que el infierno es una carencia, por lo tanto, lo representa dándole forma, tamaño, estructura y, edifica un espacio que no que es incapaz de compadecerse de sus condenados. Cierto es, que Dante recrea un infierno que metafóricamente describe la vida que conoció en la edad media, y es, que este poeta al igual que mucho de los que residimos en ciudades contemporánea descubrimos que el infierno es el espacio que habitamos diariamente,.. Que ese espacio imaginario que tenemos como infierno está íntimamente ligado al terriblismo furtivo de la realidad por la cual transitamos. De hecho, la ciudad y sus múltiples dimensiones humanas nos dan distintos planos del transito de una realidad a menudo dantesca.

No es difícil a través de la analogía hacer una radiografía simbólica de una urbe llámese Caracas o Bucarest. Por ejemplo, Aqueronte que según versa La Divina Comedia, es un río fangoso y mal oliente merodeado por personas que se devoran entre si, mientras esperan por su traslado al infierno, y no es difícil trasladar ese río a Caracas, tomando en cuenta que el río Guaire es un río bañado por agua servida y que cuenta como parte de su viciado ecosistema a moradores que mal viven en su rivera, no obstante, a mediado de los años 50 durante el régimen de Marco Pérez Jiménez, había recreado un proyecto del aerobús de Caracas, un monorraíl con una estética que semejaba a la nave de Flash Gordon, el cual recorrería sobre arcos el cauce del río, desde luego, el saneamiento del Guaire estuvo presente en aquellos años 50 como lo ha estado un par de años atrás, saneamiento que a la larga pasaría a ser un pensamiento inútil de todo aquello que no se tiene voluntad de llevar a cabo.

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Arco tipo del estudio de la primera etapa (Tramo Silencio- Bello Monte) para la instalación de un servicio de Aerobús en Caracas que recorrería caracas siguiendo el curso del río Guaire, 1954.

Cada uno de los nueve círculos del infierno es un espacio totalmente diferente donde se albergan culpas o penas que a través de almas vitales ocupan cada espacio haciéndolos únicos y plenamente determinados. Probablemente, por el diverso transitar de una ciudad como la nuestra, a la que podemos ilustrar como una ciudad – mundo, y a pesar de ser un espacio cosmopolita, sin embargo, vive en un estado de sitio. La razón, es que la ciudad al igual que el infierno dantesco se ha fortificado en círculos para no verse perturbada o contaminada de otro males que no sean los propios. Pero cuando estos males se traduce en inseguridad en las calles, se produce la endogamia social que es el pecado metropolitano más grandes que acusa nuestras ciudades, es por ello que la ciudades en su constante perfeccionamiento ha construido espacio cerrado para ejercer sus pecados favoritos; bares, bingos, hoteles, burdeles, siendo las zonas de tolerancia y los centros comerciales la suma de un todo, por ser estos grandes contenedores y porque una urbe se puede definir a través de ellos, ejemplo de ello, es la mundialmente conocida calle Warmoestraat en el barrio rojo de Ámsterdam, el barrio de Santa fe en Bogota o el glamour contenido en los pecados neoyorquinos a través de serie televisivas como Sexo en Nueva York .

Como un hecho casi Irreversible, cuando los pecados a los que se refiere Dante en su Comedia toman la calle o desbordan los espacios privado y de tolerancia, en los ciudadanos atropellados nace la impotencia y como método de autodefensa nace una actitud que les lleva al distanciamiento que a la larga se convierte en una especie de acostumbramiento ante males que a la larga se consideran propios, es decir, al pertenecer a una ciudad nos consideramos parte de sus males, y en la negación de ser parte de estos nos distanciamos, y terminamos por acostumbramos a ver las miserias, a los niños de la calle, a las invasiones de inmueble, la criminalidad, la basura, la prostitución, la anarquía de la economía informal, etc.… y nos alejamos de la calle una y otra vez, exiliándonos de cualquier otra amenaza en nuestros espacios domesticados.

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Infierno en la Torre, incendio de la torre sur del centro Simon Bolívar en el 2005, hoy en día la restauración de no ha concluido.

El Ávila mantiene en lo alto uno de los edificios más simbólicos de la ciudad, y es el hotel Humboldt, edificio cilíndrico que fue abandonado pocos años después de ser inaugurado y que gracias a estar sobre los 2.000 m, por lo tanto, al estar a vista de todos, se negó a morir, permaneciendo como uno de los más preciado monumento urbano y a la indolencia que tiene la ciudad por sus edificaciones emblemáticas. Recientemente, se ha observado cierto progreso en la quimérica rehabilitación de la Torre Este del Parque Central la cual sufrió de un feroz incendio en el 2004 que inhabilitó un tercio de la estructura de ese rascacielos, que unido al Centro Financiero Confinanza, elevó a dos los rascacielos inválidos en Caracas. En el caso, del hermoso edificio que alberga al hotel Humboldt no ha sido rehabilitado de un todo, a pesar que actualmente este pertenece al Ávila mágica, proyecto turístico que explota a nivel comercial la apetencia que tenemos de ausentarnos por un rato de la ciudad.

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El Hotel Humboldt, ubicado en la cima del cerro el El Ávila fue inaugurado en 1956 siendo desde entonces un ícono en la arquitectura venezolana y un símbolo de la ciudad capital.

Cuando observamos a la ciudad con la visión que nos permite la altura del El Ávila, vemos a la metrópolis como una mezcla de concreto, ladrillos, asfalto y destellos producido por los cristales espejos de sus edificaciones, pero en ese horizonte también se encuentra la masa roja de cerros llenos de barriadas de viviendas humildes, que son las construcciones más vernácula de la ciudad, y que se agolpan unas contra otras por conseguir la mejor vista de una ciudad a la que desde la distancia física y social codician. Las barriadas al igual que resto de la urbe se ve apacible desde el Ávila, inclusive, el sonido de urbe desaparece en las alturas, la metrópolis se percibe como un lugar en reposo donde se honra el progreso, las artes y la ciencia pero que carece de la verdadera fe en su humanidad, por lo tanto, la visión panóptica de la ciudad es sólo una representación, que regresando a la Divina Comedia podríamos decir que nos encontramos ante el limbo que es el primer circulo del infierno, y como un frágil esbozo de si misma, la ciudad nos pide como una condenada de su propio infierno que mantengamos vivo su recuerdo.

Como si visionáramos un view master, revisamos cada espacio urbano que deseamos dejar atrás al retomar la subida a nuestro purgatorio vegetal, pero inevitablemente siempre bajaremos. Y es que cuando subimos El Ávila o al Guaraira Repano como lo ha rebautizado el gobierno para devolvernos, acaso, una conexión emotiva con nuestros orígenes indígenistas, nosotros, los ciudadanos de esta ciudad dejamos de ser los Dantes que descienden para pasar a ser los Virgilios; los sabios, tolerantes y perspicaces guías de los nueve círculos de un infierno que en el caso de una ciudad cosmopolita como la nuestra suele involucrarse con voracidad insaciable. O acaso somos, los Virgilios que sólo podemos desde un purgatorio ver la belleza y bondades de un cielo que nos estas vedado por no ser creyentes en nuestra urbanidad, no obstante, aspiramos que el abajo se convierta en el arriba. Lo cierto es, que cuando estamos en el Ávila y dejamos de ver hacia arriba, volvemos la cara, nos sentamos para admirar nuestra divina Caracas, y como Ángeles caídos nos reconocemos en los pecados y nos hastiamos de caer en los mismos errores.

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Escultura de Felipe Herrera, Parque de los Caobos.

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